El reconocimiento de la autoproclamada independencia de Donetsk y Lugansk, las regiones ucranianas que conforman el Donbás, fue la excusa política que diseñó y utilizó Vladimir Putin para justificar su invasión de Ucrania. Una situación que Moscú ha venido facilitando con armamento y supuestos combatientes voluntarios desde que estas dos regiones se rebelaron contra el Gobierno de Ucrania en 2014, el mismo en el que Rusia se anexionó unilateralmente Crimea.
El mantenimiento por la fuerza de estas estructuras políticas alternativas a los gobiernos legales no es algo nuevo empleado por el Kremlin en Ucrania, sino que es una política exterior que ha venido utilizando con antelación en otros escenarios europeos. Siempre en países donde ha tratado de boicotear el giro hacia Occidente, algo que, de momento, ha conseguido con éxito. En parte, es preciso decirlo, por la inacción de estructuras supranacionales como la Unión Europea y la OTAN.
El pasado mes de diciembre, en una carta a la Alianza Atlántica, Moscú hizo públicas las líneas rojas de su política exterior o lo que consideraba la extensión territorial de su área de seguridad. En la misma, señalaba que lo que no iba a permitir bajo ningún concepto es que Ucrania, Moldavia y Georgia pudiesen incorporarse a la UE o a la OTAN, como sí han hecho en las últimas décadas otros países que formaron parte del Telón de Acero.
Ucrania es el último de estos tres países que ha mirado hacia Occidente y es por ello que ha sido el último en el que el Kremlin ha intervenido. De forma mucha más desapercibida, o más bien, ante la indiferencia de la Europa Occidental, Moscú ya se ha ocupado de desestabilizar Moldavia y Georgia a través de la creación de repúblicas fantasmas, mantenidas económicamente por el Gobierno de Rusia y cuya seguridad garantizan «fuerzas de paz» rusas.
Transnistria
Transnistria es un república independiente de facto, aunque no reconocida internacionalmente, que se encuentra en Moldavia. Ocupa la franja este del país, entre el río Dniéster y la frontera con Ucrania, exactamente con la región de Odesa. La mayoría de la población de este territorio es de procedencia rusa o ucraniana, lenguas que hablan de forma habitual, y utilizan el alfabeto cirílico, al contrario que en el resto de Moldavia, donde se habla el rumano y se usa el alfabeto latino.
Tras la disolución de la URSS, que había creado la República Socialista de Moldavia de forma artificial, pues esta zona siempre había sido parte de Rumanía, salvo la zona más allá del Dniéster que había pertenecido a Ucrania, el país debe decidir su futuro y la amplia mayoría apuesta por un giro hacia Occidente e incluso se debate su reintegración en Rumanía. Estalla entonces una guerra civil por las ansias independentistas de la población eslava. Una guerra en la que Moscú ordenó participar al 14º ejército soviético.
La participación rusa en apoyo de los rebeldes transnistrios desequilibró la balanza hacia el lado rebelde, evitando que el Gobierno de Chisináu pudiera tomar el control de todo el país y obligando al Ejecutivo moldavo a firmar un acuerdo de paz en 1992 que garantizaba la presencia del Ejército de Moscú en la zona como «fuerza de paz». Desde entonces, unos 2.000 militares rusos se mantienen controlando un territorio que ocupa, más o menos, la décima parte de Moldavia.
Transnistria tiene su propia moneda (el rublo transnistrio) y sus propios pasaportes, conserva la hoz y el martillo soviéticos en su bandera y, hasta hace bien poco, daba a algunas de sus instituciones nombres de la época comunista (como el Soviet Supremo, por ejemplo). No tiene reconocimiento oficial ni de las Naciones Unidas ni la Unión Europea, para las que sigue siendo parte de Moldavia. Sólo está reconocida por las repúblicas fantasmas de Abjasia y Osetia del Sur.
Con la reciente invasión rusa de Ucrania, Moldavia ha solicitado en la última semana su adhesión a la Unión Europea y ha exigido públicamente que los soldados rusos que están desplegados al este del río Dniéster abandonen el país. Las autoridades rebeldes de Tiraspol, la segunda ciudad por número de habitantes de Moldavía y capital de esta república fantasma, ha solicitado que Chisinau reconozca su independencia y le permita estar bajo la órbita de Moscú y alejados de la UE.
Abjasia y Osetia del Sur
Abjasia y Osetia del Sur son dos repúblicas independientes de facto cuya independencia de Georgia solo está reconocida por Rusia, Venezuela, Nicaragua, Siria y Nauru, además de la república fantasma de Transnistria. También se reconocen entre ellas mismas. Las tensiones comenzaron en los ochenta, antes de la disolución de la URSS, con las aspiraciones de las élites georgianas de independizarse de Moscú y decidir por libre su propio futuro.
Con la disolución de la URSS, y la proclamación de independencia de Georgia, las autoridades de Abjasia declararon también unilateralmente su independencia con la intención de desligarse del Gobierno de Tiflis y volver a unirse políticamente con Moscú. El Gobierno ucraniano mando unos 3.000 efectivos militares a la región, que derrotaron a los rebeldes, permitiendo a Tiflis volver a tomar el control de la zona.
Rusia acudió en apoyo de los rebeldes abjasios, protagonizando desembarcos y ataques aéreos que pusieron al débil ejército ucraniano contra las cuerdas. Rebeldes, voluntarios rusos y militares rusos recuperaron Abjasia. En 1994, dos años después del inicio de la guerra, se firmó un acuerdo de paz en Moscú, en el que se acordaba que las tropas rusas se quedaran en el territorio como «fuerza de paz». Los abjasios aprovecharon la situación para llevar a cabo una limpieza étnica de georgianos.
De manera paralela, tras la disolución de la URSS, las autoridades locales de Osetia del Sur declararon su independencia de Georgia y su objetivo de reintegrarse en Rusia para fusionarse con la región rusa de Osetia del Norte. Como en el caso de Abjasia, Georgia envió efectivos militares para cercar la capital osetia y también intervinieron las tropas rusas para dar la gestión territorial al Gobierno rebelde. Los rusos obligan a al Gobierno de Tiflis a admitir que las tropas rusas permanezcan en Osetia del Sur como «fuerza de paz».
En 2008, Georgia volvió a tratar de recuperar el control de estas dos repúblicas fantasmas. El Ejército ruso paró la intentona y Moscú reconoció oficialmente a estas dos repúblicas como países independientes. Tras ellos, los cuatro países citados anteriormente hicieron lo propio. En 2015, incluso, el Kremlin firmó un tratado con ambos países para facilitar pasaportes rusos a su población, lo que el Gobierno de Tiflis considera que son los movimientos iniciales para una futura adhesión de Abjasia y Osetia del Sur a la Federación rusa.
Georgia lleva clamando desde principios del siglo XXI por entrar en la Unión Europea y la OTAN. En 2008, en la cumbre de Bucarest (Rumanía) de la OTAN, los socios de la Alianza prometieron a Georgia que podría integrarse en esta organización supranacional, pero no ha sido aceptada de momento. Respecto a la UE, Bruselas aceptó en 2016 que Georgia se configurase como Estado asociado, un paso previo a la adhesión final.
La Unión Europea aprobó el pasado 7 de marzo comenzar con el proceso de adhesión de Ucrania, Georgia y Moldavia a la organización supranacional. Por su parte, la OTAN desoyó las amenazas de Putin y no descartó el ingreso de Ucrania y Georgia el pasado mes de enero.
*** Artículo publicado en Libertad Digital.com ***