El terrorismo yihadista se ha convertido en la última década en la principal amenaza para la seguridad de España. Este hecho ha obligado a la Policía Nacional, a la Guardia Civil y al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) a redoblar sus esfuerzos para tratar de desbaratar los planes de algunas células terroristas para atentar en nuestro país y para evitar que la radicalización islámica se implante en territorio nacional.

Entre 2013 y 2017, las Fuerzas de Seguridad han desarrollado un buen número de operaciones policiales contra el yihadismo, cuyo resultado fue el arresto de 233 islamistas. Con los datos de esas detenciones, y con los datos conocidos de los ocho autores fallecidos de los atentados de Cataluña el pasado verano, un estudio elaborado por los expertos Fernando Reinares y Carola García-Calvo, del Real Instituto Elcano, traza un perfil sobre cómo son los yihadistas en España.

Los datos exponen que el terrorismo islámico ha dejado de ser un fenómeno exclusivamente relacionado con ciudadanos extranjeros y empieza a existir un cierto componente autóctono protagonizado por los hijos de la inmigración, la denominada segunda generación, que son especialmente vulnerables porque viven en un complicado equilibrio entre culturas, entre la española y la que tienen heredada, la del país de sus progenitores.

De los 241 yihadistas sometidos a estudio, incluyendo detenidos y muertos, un 46 por ciento son ciudadanos marroquíes y un 37,9 por ciento son de nacionalidad española, aunque entre estos últimos también hay terroristas que nacieron en el vecino del sur y por diversas cuestiones adquirieron la nacionalidad española. De hecho, según lugar de nacimiento, el 53 por ciento lo hicieron en Marruecos y el 29,5 por ciento en España.

La fuerte presencia de terroristas marroquíes tiene varias explicaciones. Por un lado, el alto número de inmigrantes originarios del país vecino, que en 2015 representaban el 67,9 por ciento de la población recibida por España desde países musulmanes. Por otro lado, la cultura popular de exaltación del yihadismo que hay en Marruecos y que atrae a amplios sectores de la población local.

Exactamente, según explica el estudio, se trata de todo lo relacionado con el islam morabito, «con sus legendarios guerreros santos sacrificados a sí mismos y venerados en mausoleos, cuya vigencia habría hecho posible que sectores de la población, como en concreto los jóvenes, se muestren especialmente receptivos a interpretaciones islamistas y combatientes de la noción de yihad o de la práctica del martirio».

Dentro de Marruecos, la gran mayoría de los yihadistas provienen del norte, de las regiones del Rif, las más cercanas a las ciudades españolas de Ceuta y Melilla. Así, más de la mitad de los mismos (53,1 por ciento) son originarios de la región de Tánger-Tetuán-Alhucemas. El 15,6 por ciento provienen de la provincia de Rabat-Sale-Kenitra y el 10,9 por ciento provienen de la región Oriental.

En lo que se refiere a nuestro país, tres cuartas partes de los terroristas yihadistas provienen de las ciudades autónomas. En Ceuta hay un barrio especialmente conflictivo: Príncipe Alfonso. En Melilla hay otro: Cañada de Hidum. Son zonas con amplia marginación social y segregación social, con altas tasas de desempleo y analfabetismo, donde existe una importante falta de urbanización e impera el chabolismo.

En ambas ciudades tenían presencia cuatro de cada seis redes yihadistas transfronterizas desarticuladas entre 2013 y 2017, siendo objeto de ocho de las once operaciones antiterroristas desarrolladas conjuntamente por las Fuerzas de Seguridad españolas y sus equivalentes en Marruecos.

Tras Ceuta y Melilla, el principal foco nacional de yihadismo se encuentra en Cataluña. De allí provienen el 14,3 por ciento de los arrestados y muertos, principalmente en las provincias de Barcelona (7,9 por ciento) y Gerona (4,8 por ciento). Precisamente, en la comunidad autónoma hay más de 250 lugares de culto o centros islámicos en los que se predica la doctrina salafista.

Entre los yihadistas detenidos o muertos de nacionalidad española, el 56,8 por ciento eran inmigrantes de segunda o de tercera generación, es decir, personas que o bien nacieron en España o bien llegaron a una edad temprana y fueron escolarizados en nuestro sistema escolar hasta que alcanzaron, al menos, la edad legalmente obligatoria para dejar los estudios, mientras que el 37,3 por ciento eran inmigrantes de primera generación.

Entre estos inmigrantes de segunda generación, la mayor incidencia yihadista se produce en tres localidades catalanas: Barcelona, Granollers (Barcelona) y Ripoll (Gerona). Después, en menor medida, de Ceuta y Melilla. Los mismos han sufrido sus procesos de radicalización en España, por la actuación de agentes de radicalización y reclutamiento y a través de la propaganda yihadista de internet y redes sociales.

 

*** Artículo publicado en Libertad Digital ***