Rusia comenzó hace cinco días una invasión militar de Ucrania. En cinco frentes diferentes, las unidades de Vladimir Putin tratan de ganar terreno dentro de un país vecino, lo que es una ventaja frente a asistir a un escenario bélico lejos de su territorio nacional, pero que a la vez tiene la circunstancia desfavorable de que Ucrania es un país muy extenso. Rusia está atacando por tierra, mar y aire.
Las previsiones iniciales eran que, si las tropas rusas se lanzaban de forma decidida sobre suelo ucraniano, teniendo en cuenta la abismal diferencia militar entre ambos países, la capacidad de resistencia ucraniana iba a ser muy limitada. Los análisis de Global Fire Power de 2022, uno de los más fiables y que tiene en cuenta 50 variables diferentes, sitúa al ruso como el segundo ejército más poderoso del mundo, mientras que el ucraniano está en el puesto número 22.
La realidad es que las tropas ucranianas están perdiendo terreno, están teniendo muchas bajas, pero están prestando una resistencia al invasor mucho mayor de la que se había previsto de forma inicial. La situación está muy lejos de lo acontecido en 2014, cuando Rusia se anexionó de forma unilateral la península ucraniana de Crimea con una superioridad aplastante, con los militares ucranianos huyendo a la carrera o, incluso, desertando y uniéndose a las tropas rusas.
Los efectivos militares del Kremlin se están enfrentando a numerosos problemas: no han conseguido garantizar la superioridad aérea sobre el terreno, tienen problemas logísticos muy serios, los ucranianos están resistiendo mucho más de lo previsto inicialmente, y las tropas rusas tienen baja moral de combate y acumulan un importante cansancio debido a que llevan demasiados meses movilizados fuera de sus casas.
No tiene superioridad aérea garantizada
La ofensiva empezó como lo hacen todas las guerras modernas cuando se ataca un país: lanzando misiles contra aeródromos militares –e, incluso, civiles que puedan ser militarizados en un momento dado cuando los militares han sido destruidos– y unidades de defensa antiaérea. En la actualidad, la superioridad aérea es fundamental en un conflicto bélico.
Cinco días después de que se haya iniciado la invasión rusa, la realidad es que Ucrania, aunque debilitada por los ataques rusos, todavía es capaz de tener en el aire cazas de combate Su-27 y MiG-29, así como sus helicópteros de ataque Mi-24. También siguen activas parte de sus defensas antiaéreas, entre los que destacan sistemas S-300 de fabricación rusa. Es inexplicable que los ucranianos todavía puedan hacer volar aparatos o usar sus defensas.
Este hecho está provocando graves daños a los rusos. La madrugada del sábado, los ucranianos consiguieron derribar un avión de transporte II-76 que llevaba fuerzas paracaidistas que iban a apoyar el cerco de Kiev. La capacidad de estos aviones es de hasta 125 paracaidistas –más de 150 efectivos si hubieran sido infantería–. Ucrania habla de un segundo derribo similar horas más tarde, aunque no ha podido ser confirmado por fuentes independientes.
También han conseguido derribar aviones de combate rusos y helicópteros de ataque. E, incluso, atacar convoyes en tierra con sus drones artillados Bairaktar B2, de fabricación turca, de los que todavía tienen un número indeterminado operativos. En definitiva, Ucrania está bloqueando que Rusia pueda moverse por su espacio aéreo con total libertad para llevar tropas y suministros a las mismas.
Problemas logísticos serios
La planificación logística rusa está haciendo aguas. Los ejércitos que entran en combate tienen que tener todas sus necesidades principales cubiertas, por eso la logística es fundamental en cualquier conflicto. Sin embargo, las tropas rusas están teniendo problemas muy serios a la hora de tener cubiertas sus necesidades básicas, y más aún, según van avanzando por territorio ucraniano.
En apenas cinco días de combates se está poniendo de manifiesto dos cosas relevantes. Rusia está siendo incapaz de dotar a sus unidades del combustible necesario, por lo que sus tropas están teniendo que abandonar algunos de sus vehículos blindados y carros de combate porque no pueden continuar la marcha, lo que están aprovechando los militares ucranianos y población civil del lugar para sabotearlos y dejarlos inutilizados.
Moscú tampoco está sabiendo cubrir todas las necesidades de alimentación. Algunos militares rusos están saqueando pequeños comercios que se encuentran a su paso porque sus cadenas logísticas no les facilitan las raciones de combate y el agua necesarios para cada día. Unos saqueos, por cierto, que no están siendo vistos con buenos ojos por la población local, como no podía ser de otra forma.
El hecho de que Rusia haya sido incapaz de garantizarse la supremacía aérea dificulta aún más la logística, pues no puede realizarla de forma rápida y por vía aérea, a lo que también se une el hecho de que las tropas ucranianas les estén dejando avanzar en terrenos no excesivamente importante, grandes extensiones de campo, estirando las líneas rusas dentro de Ucrania, lo que es una dificultad añadida para la logística.
Los ucranianos ponen más dificultades de lo esperado
Las previsiones iniciales eran que el Ejército de Ucrania iba a poder plantar menos resistencia ante la embestida de las tropas rusas. Sin embargo, el aguante que están demostrando los militares ucranianos es bastante elevado. Los rusos ganan terreno en espacios abiertos pero, de momento, no se atreven a tomar ciudades importantes, donde todo se iguala.
Los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos –tan silenciosos de forma habitual, están tremendamente locuaces en la invasión de Ucrania, hasta en redes sociales– están destacando esa resistencia ucraniana en los partes diarios que se están haciendo públicos y el hecho de que esto haya provocado que el impulso inicial que obtuvieron los rusos en las primeras 24 horas se ha ralentizado de forma importante los días siguientes.
Los ucranianos están actuando con inteligencia. Se enfrentan a los rusos en zonas donde pueden salir beneficiados y procuran evitarlos en espacios abiertos, donde los rusos pueden imponer su superioridad. También están destruyendo ciertas infraestructuras –como puentes sobre los caudalosos ríos ucranianos– para tratar de frenar el avance ruso y obligarles a improvisar nuevas rutas.
Baja moral de combate y mucho cansancio
La moral de combate es fundamental en todo conflicto bélico. Los ucranianos saben por lo que luchan, están defendiendo su país, pero buena parte de los soldados rusos no saben por qué están invadiendo Ucrania, un país que consideran hermano debido al alto porcentaje de población, sobre todo al este del río Dniéper, donde se está produciendo el grueso de la invasión, que es rusa o de ascendencia rusa.
Esta incomprensión de las razones del conflicto bélico, con una sensación en parte de estar atacando, incluso, una extensión de su propio país, está haciendo que la efectividad de las tropas rusas resulte bastante baja. En otros conflictos bélicos se ha visto a los soldados rusos actuar con una ferocidad temible. Ni rastro ahora de esa actitud. Da la sensación de que Putin ha movilizado tropas chechenas para aportar esa mordiente que le falta a sus tropas.
Por si fuera poco, estos soldados llevan, en algunos casos, hasta seis meses lejos de sus casas, desplegados en condiciones difíciles en campamentos improvisados alrededor de la frontera ucraniana, pasando las penalidades del otoño y una parte del invierno ruso en condiciones poco óptimas. Están cansados física y mentalmente, y el problema que se plantea es que las tropas de refresco que puedan llegar en una segunda oleada también lo van a estar.
No tienen el apoyo de la población
Los estrategas rusos activaron la narrativa para la invasión la semana anterior al inicio de los ataques. El mensaje que lanzaron era que los ucranianos estaban creando un genocidio en el Donbás, pero nadie les ha creído en Ucrania, ni siquiera la población rusa o de ascendencia rusa que se podían sentir más identificados con esas supuestas víctimas del genocidio.
Las autoridades rusas pensaron que se iban a encontrar con el apoyo de la población al este del Dniéper, pero la realidad es que tienen su rechazo. Esto hace que se estén filtrando vídeos dantescos, como ancianos ruso-ucranianos echando broncas a soldados rusos que apenas superan los 18 años, que se muestran resignados y cabizbajos. U hombres tratando de frenar con su cuerpo el avance de los carros de combate, que maniobran para esquivarles.
Si estos mismos hechos hubiesen ocurrido en otros frentes bélicos en los que han estado las tropas rusas en los últimos años, como Siria, estos ciudadanos hubiesen acabado muertos por un disparo o arrollados por el carro de combate que intentaban frenar. Pero esa sensación de pueblos hermanos frena a los militares rusos ante estas circunstancias e, incluso, les bajan la moral porque refuerza su idea de que no deberían estar en Ucrania.
*** Artículo publicado en Libertad Digital.com ***